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martes, 7 de abril de 2015

Las diferencias entre corredores de montaña y corredores de asfalto

 HUMOR RUNNER

A ambos grupos lo que más les gusta es correr, pero la diferencia del entorno hace que ambas “tribus” tengan muchas diferencias entre ellos. Estas son algunas de las diferencias entre corredores de montaña y de asfalto.


Todo se trata de poner un pie delante del otro, durante miles de veces. Correr por la montaña y hacerlo por el asfalto, aunque pueda parecer muy similar, acarrea una serie de diferencias entre ambos grupos de atletas. Estas son las diferencias entre ambas “tribus”, siempre en clave de humor.
Mientras un corredor de asfalto no necesita más que unas zapatillas, un pantalón y una camiseta, un trail runner sale equipado como si fuera a la guerra. Mochila, comida, bebida, teléfono, pañuelo, chaqueta y más cosas forman parte del uniforme del corremontes.
Mientras un corredor de asfalto intenta esquivar cualquier charco que se encuentre en el camino, un corredor de montaña los pisa, aunque sea aposta, vadea ríos crecidos o se mete en barrizales hasta la rodilla. Cuanto más sucio llegues a casa, más argulloso te quedas de tu entrenamiento.
Mientras un corredor de asfalto mira continuamente su reloj, calculando velocidades, tiempos, parciales, pulsaciones y otras variables, un corredor de montaña lo mira sólo para saber cuánta distancia o desnivel han completado en esa sesión. Eso sí, luego en casa sí que sacamos el track, perfil y lo que haga falta.
Mientras un corredor de asfalto solo tiene como temor ser adelantado por otro corredor, un corredor de montaña tiene que tener la atención en posibles animales salvajes, la trialera en bajada, lo hondo que es el río que vamos a cruzar o que no se nos haga de noche porque el frontal tiene pocas pilas.
Mientras un corredor de asfalto busca las carreras más llanas posibles para hacer una buena marca, un corredor de montaña busca la “sierra perfecta”, ese perfil que ya duele viéndolo por el ordenador. Mientras lo vemos en la pantalla todo bien, pero cuando estemos sobre el terreno maldeciremos más de una vez nuestra valentía.
Mientras un corredor de asfalto tiene en un avituallamiento un plátano, agua y aquarius, un corredor de montaña tiene a mano lo que haga falta: fruta, patatas, refrescos, cerveza y, si se estira la organización, desde una paella hasta unos callos. Después de una carrera por montaña todo entra bien al cuerpo.
Mientras un corredor de asfalto va a una carrera sabiendo su distancia y desnivel de forma exacta, como medida por la NASA, un corredor de montaña va a una carrera sabiendo que igual pueden salir dos o tres kilómetros más y unos cuantos metros extra de desnivel positivo. Maldecir al organizador une a muchos corredores en los peores momentos.
Mientras los corredores de asfalto apenas se hablan entre ellos durante una competición, un corredor de montaña puede volver de una carrera con algún amigo más, compartir sus penas con otros colegas corredores o echar una mano a algún compañero que sufre por falta de agua o comida.
Mientras un corredor de asfalto sabe perfectamente cuánto va a tardar en una sesión de entrenamiento, un corredor de montaña sabe cuándo sale de casa, pero nunca cuándo vuelve. Pueden ser dos horas como cuatro, lo que sea mientras dure la comida.
Mientras un corredor de montaña tiene las zapatillas y los pantalones perfectamente limpios, un corredor de montaña llega con medio kilo de barro más en sus pies, además de saber que las camisetas blancas solo lo serán el primer día que las saquemos al monte. Y ya no hablemos de cómo se acartonan los calcetines después de un par de salidas invernales…


FUENTE, CARRERAS POR MONTAÑA.

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