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miércoles, 30 de mayo de 2012

LAS 10 PRIMERAS ETAPAS DEL CORREDOR POPULAR


El corredor popular y entrenador Jonathan Esteve, de la empresa especializada en la evaluación fisiológica y la creación de programas de entrenamiento, All In Your Mind, describe con detalle las diez fases por las que pasa un corredor popular de resistencia, ya sea de running, trail running o triatlón, durante la primera etapa de su vida como deportista, es decir, en la iniciación al deporte en cuestión.
Estas fases son consecutivas aunque, avisa Jonathan Esteve, pueden solaparse entre sí y, algunas, hacerse crónicas si no se para la debida atención y se toman las consideraciones oportunas. A continuación, detallamos las diez fases descritas por el entrenador especializado en deportes de resistencia.

LAS 10 FASES
1) Pre-contemplación. La persona no se ha planteado prepararse para estos deportes y, sin embargo, cuenta con un alto potencial para iniciarse en ellos, debido a que se encuentra en un entorno favorable, ya sea porque cuenta con amigos aficionados que le animan o porque atraviesa una situación personal nueva. Como ejemplo de situación nueva se puede considerar, en ciertos hombres llegados los 40 años de edad, que sienten la necesidad de demostrarse algo a sí mismos. Y sin haber practicado deporte de forma sistemática con anterioridad, son capaces de plantearse de golpe retos especialmente ambiciosos.

2) Contemplación. La persona tiene claro que le gustaría ponerse a entrenar y quizá incluso participar en alguna competición pero todavía no lo ha hecho efectivo. Los condicionantes temporales, familiares, laborales y los hábitos adquiridos para el tiempo de ocio son sopesados antes de iniciar la práctica. A veces puede haber ‘contempladores crónicos’.

3) Preparación y compromiso inicial. En este punto ya se ha tomado una decisión férrea, incluso se ha realizado la inscripción a la competición sin siquiera haberse iniciado un programa de entrenamiento. Se realiza como forma de constatar la necesidad de obligarse. Contratar a un entrenador puede ser también un paso para ello (aunque, irracionalmente, a menudo se hace primero la inscripción a una prueba, de forma casi compulsiva, antes de considerar la organización de un programa de entrenamiento).

4) Ignorancia. Es una situación en paralelo a las primeras etapas. En ella se ignora realmente el reto al que nos enfrentaremos, todo aquel sacrificio real, qué material necesitamos, cómo es el proceso de la competición, cuál es el nivel de partida y cuánto puedo esperar a mejorar. La ayuda de un equipo de profesionales especializados es de gran valor en esta fase. Pero la permanencia en este estado de ignorancia va con la personalidad: hay quien lo asume desde el principio y hay quien busca alternativas para no reconocerlo o subsanarlo por su cuenta (el “yo ya sé” o “ya veré lo que me conviene”). La realidad es que el proceso es complejo y, aunque hay varias formas de llegar al mismo punto, no todo vale.

5) Apoyo social. Es otra situación en paralelo. Puede ser elevado o no y condiciona tanto el rendimiento como el entrenamiento. Si el apoyo es bajo, puede resultar un limitante por el conflicto que supone compaginar la vida deportiva con la familiar. Si el apoyo es muy alto y el deportista no sabe gestionarlo puede jugarle una mala pasada por añadirse una presión especial, incluso cuando no se aspira a ganar ninguna competición.

6) Establecimiento de objetivos. Establecer objetivos claros, de cierta dificultad pero realistas, es clave para plantear el camino y relativizar los resultados.

7) Acción. Se trata de ponerse en marcha, iniciar un entrenamiento. Existen condicionantes materiales, espaciales, meteorológicos y sobre todo temporales que pueden comprometer la puesta en acción.

8) Asesoramiento. Previo a ello o conforme el deportista se pone en acción, pueden darse varias posibilidades, desde pedir asesoramiento a ser autodidacta. Existen personas que optan por decidir sobre su propio programa a seguir, decidiendo cada día o a plazos cortos el entrenamiento que van haciendo. Algunos incluso improvisan sobre la marcha en función de las sensaciones o de si entrenan con otros compañeros. Otros buscan un programa a seguir en una revista, libro o fuente de Internet y lo adaptan a su situación particular. Y otros prefieren delegar la responsabilidad en un entrenador. El asesoramiento cubre muchas otras facetas, como la evaluación médica, la de rendimiento, la de los materiales, etc.

9) Obsesión. A menudo el ejercicio de resistencia ‘engancha’ tanto que padecemos momentos de verdadera obsesión. El entrenamiento, sea improvisado o dirigido, condiciona nuestros hábitos, agenda personal, pensamiento, estado de ánimo… Nos sentimos bien fundamentalmente entrenando, registrando datos, conversando sobre ello, comprando material, buscando información, planificando los viajes de las competiciones, etc. Y para ello adaptamos horarios de trabajo, horarios personales, entre otros. Todo para favorecer el entrenamiento, la competición o el descanso.

10) Catástrofe. Si este proceso no se organiza bien, la obsesión puede llevar a diversos problemas, desde deportivos como el exceso de entrenamiento (que puede conllevar enfermedades pasajeras, lesiones concretas o estados de sobreentrenamiento), a problemas personales por la restricción o modificación de las relaciones personales. Si caemos en una lesión o sobreentrenamiento, la súbita inactividad o pérdida de rendimiento y condiciones de entrenar al mismo nivel nos puede llevar a percibir el proceso como una catástrofe.
También ocurre en personas cuyo resultado en competición ha sido muy inferior a sus expectativas y no encuentran una explicación. A menudo la explicación es la falta de realismo en los objetivos planteados, falta de análisis del rendimiento en competición o falta coherencia con el programa seguido.
Abandonamos súbitamente los hábitos y esta situación, junto a la decepción por unas pérdidas que pueden llegar a ser importantes, puede llevar a pasar de la desmotivación al abandono y a la sensación de fracaso.
Aun sobreponiéndonos físicamente, puede ocurrir que se renuncie a toda la sistematización que se había llevado hasta ahora y se gestione el entrenamiento de forma distinta en adelante (ejemplo: “antes seguía un programa, anotaba todo, me cuidaba mucho más… pero tras la lesión o el mal rendimiento… pasé de todo”).
Es un estado al que puede llegarse incluso durante la obsesión, como ocurre con deportistas muy expertos. Los deportistas que llevan más de unos 10-12 años de entrenamiento orientado a un mismo objetivo entran en una etapa de “mantenimiento” o “retroceso” del nivel de rendimiento. Si esto no es canalizado hacia otros objetivos, o bien diferentes o bien menos ambiciosos, la obsesión y la ‘catástrofe’ pueden convivir durante varios años, llevando por lo general al abandono con un mal sabor de boca.


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